Planeteando

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Por: Francisco Vázquez Salazar*

Se abre este nuevo espacio para hablar de la postura del ser humano frente a su ambiente; de las acciones que realiza o deja de realizar por él, su presente y futuro, en vinculación con su entorno; de ecología y ética ambiental –lo que algunos llaman eticología, aunque el término tiene varias acepciones—, de inspiraciones que se vuelven esperanza, y también de fallos que más bien nos llevan a comprometernos aún más. Desalientos, jamás.

Un ejemplo de la posición de las personas frente a un suceso que compromete al medio ambiente se dio recientemente con el endurecimiento de medidas en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México para reducir el tránsito de vehículos, principal factor contaminante de la atmósfera.

Luego de que unas autoridades lentas y atolondradas dictaron nuevas disposiciones temporales para el Programa Hoy no Circula se supo de casos de ciudadanos que recurrieron a la justicia, en legítimo derecho, para dejar sin efecto las medidas en lo que a ellos concernía. Se trataba de un docente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de un notario cuya familia, según notas periodísticas, posee seis vehículos.

Como se sabe, no siempre lo legítimo o legal es ético, y viceversa. Trascendió que el notario reculó de su decisión, y sería muy interesante saber cuáles fueron sus razones. Su exposición ayudaría a comprender –y que es justo el propósito de este espacio—el esfuerzo o el compromiso de las personas con el desarrollo sostenible. Más que debatir de raíz lo que representa un programa como el Hoy no Circula (ocasión para otro texto), lo interesante es descubrir y discutir cómo las personas asumimos nuestro entorno, nos damos a la tarea de entenderlo (leyendo e investigando) y procuramos su cuidado integral.

El otro ciudadano se fue más por una racionalidad moderna. Argumentó algo así como que él para llegar a sus clases requería forzosamente de su vehículo y, ni hablar, no “cooperaría” o no sería solidario con una ciudad que se estaba quemando. Mucha materia para pensar, parece.

Pero hay casos de tremenda esperanza como el que sigue: en el oriente de la Ciudad de México un grupo de ciudadanos organizados se ha dado a la tarea de embellecer el paisaje que rodea sus casas, y recurrir a la poesía para hacer conciencia en los demás, de manera bella y efectiva, acerca del cuidado del medio ambiente.

Con el maestro en Psicología César Cedillo al frente, y entusiastas colaboradores como la educadora Elizabeth Maldonado, los Mejoradores Urbanos y Ambientalistas (MUA) se han propuesto plantar, regar y cuidar árboles en calles y avenidas de la ciudad; erradicar basureros clandestinos, y colocar anuncios sobre el cuidado del medio ambiente, mejoramiento urbano, valor de la ciudadanía y lo que refiera al origen de las colonias. De manera notable, se han empeñado en difundir poesía alusiva (incluye escritos en náhuatl) en macetas y mobiliario urbano. Así, un gran pilar que sostiene un puente que conecta a la CDMX con el municipio de Nezahualcóyotl es convertido en un mural que alberga letras o versos que pesan, que hacen el día a los automovilistas o transeúntes.

Puede ser de locos, pero los domingos, entre las 8 y las 11 de la mañana, se llegan a ver pequeñas brigadas por los rumbos de Periférico Oriente y Av. Pantitlán (que luego se convierte en Hangares) haciendo por el planeta.

Uno tal vez venga de la fiesta, o vaya a la barbacoa a esas horas, y sin embargo los Mejoradores Urbanos allá van cargando picos, palas y cubetas, entre otros enseres, para darle brillo a la ciudad, como quitar un bulto de basura para hacer lugar a un árbol, que por sí solo puede brindar el suficiente oxígeno a un ser humano y capturar, en edad madura, alrededor de 22 kilogramos anuales del nocivo dióxido de carbono.

Historias para seguir y replicar, hasta llenar de árboles todos los huecos de la cacariza ciudad.

*El autor es Licenciado en Comunicación y Periodismo por la UNAM –donde es docente– y cursó la Maestría en Filosofía Social en la Universidad La Salle.

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