El gorgojo del maíz no está en la milpa

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Por Juan Danell Sánchez ⁄ FOTO: Ixbalanqué DANELL PÉREZ

Hacia ningún lugar va un escupitajo seguido de una voz encabronada: “no mí amigo el maíz ya no vale, ni pa’qué sembrarlo”. Es una tarde cálida de charla a la sombra de un ciruelo de largas ramas y abundantes frutos, en un cerro tihuatleco, sí, del municipio de Tihuatlán, Veracruz, donde nubarrones plomizos anuncian tormenta y enjambres de mosquitos infectos perturban la tranquilidad que se puede respirar en hilillos de vientos tibios.

Hace años que Eric no cultiva un solo grano de maíz, “pero ni ganas de hacerlo”, dice en esa plática espontanea; “porque -precisa- no’más hay que ver a cómo les están pagando en mazorca, a 1.50 (pesos) el kilo, y el maíz trillado a 2.80 y levantan 30 bolsas de 30 kilos por hectárea… ¡Pues a dónde creen!”.

En esta referencia coloquial se habla de productores que arriesgan el autoconsumo del grano, es decir, venden su cosecha, por limitada que sea, para obtener liquidez, por decir lo más, para subsanar otras necesidades, si es que eso pudiera ser factible: es esa magia de la economía de los pobres del campo que truquean la realidad, destapan un hoyo para tapar otro y continuar la vida.

Están alejados de los programas de apoyo que pomposo anuncia el Gobierno federal para “los hombres del campo”, porque cuando se presentan en las oficinas de la Sagarpa o Sedatu para reclamar esos apeos ni quién los vea, mucho menos los atienda u oriente, por no pertenecer a alguna organización campesina. Cuando pretenden esas venturas, para los empleados y funcionarios de las dependencias estos campiranos son masa etérea de piel cobriza, fatigas acumuladas y esperanzas mutiladas: mudos actores victimados por la explotación humana. Intangibles.

Y su desesperanza queda ahí, en las charlas espontáneas de hospitalidad natural del campo. El reclamo es anécdota cotidiana que se diluye en las tardes de leyendas, cuentos y nostalgias que amodorran la hora de cenar, aunque precaria es insustituible; café negro ralito y dobladas picosas de masa blanca, con chiltepín silvestre.

Pero los otros productores de maíz, los que cosechan excedentes para entrar al mercado, no la viven mejor, en sus debidas proporciones.

«No hay dinero para fijar el precio objetivo de la tonelada de maíz para el ciclo otoño-invierno 2016-2017”, fue la respuesta que recibieron los productores del cereal por parte del titular de la Sagarpa, José Calzada Rovirosa, a la demanda del Sistema Producto Maíz. Y no hay dinero porque la Secretaria de Hacienda no ha liberado recursos, les dijo, así llanamente. Esto denunciado por el dirigente maicero Vicente Álvarez Delgado, que se reunió por más de tres horas con el funcionario para acordar los precios de la cosecha.

Para el secretario Calzada Rovirosa la tonelada de maíz debe valer 3,800 pesos la tonelada. El hombre sólo ha pisado los campos de golf: de yunta o tractor ni en monografías por extintas. Los productores piden 4,200 pesos por tonelada para obtener utilidades de 30%, con la finalidad de poder reinvertir y tener un digno nivel de vida.

Se trata de un subsector agrícola que significa un valor anual de poco más de 87 mil millones de pesos, toda vez que, según las proyecciones de la Sagarpa, en la cosecha que está por levantarse de 23.3 millones de toneladas a precios conservadores de la dependencia de 3,800 pesos tonelada, da esa cantidad. Y de este cultivo viven tres y medio millones de campesinos, con sus respectivas familias.

Mientras tanto el señor secretario Calzada advirtió a los productores que está en espera de que la Secretaria de Hacienda le otorgue un préstamo de 3,000 millones de pesos, para poder fijar los precios de la cosecha de maíz 2017.

Pero resulta que los precios del maíz ya tienen tiempo que van la baja, de tal suerte que en 2013 a los productores les pagaron 4,500 pesos la tonelada; en 2014 pasó 4,200 pesos; en 2015 a 3,850 pesos; y en 2016 a 3,800 pesos. Pero el precio de la tortilla no baja ni un céntimo, al contrario, en algunas regiones del país cuesta 18 pesos el kilo.

Aquí bien vale citar que, en la Bolsa de Chicago, los precios a futuro de maíz son nada alentadores y seguramente por ello el secretario Calzada Rovirosa se aferra a fijar precios castigados para los productores. Pues bien, o mal a mejor decir, para septiembre la cotización del grano en ese mercado estadunidense está en 2,608.27 pesos la tonelada y para diciembre es de 2,701.53. Y puede moverse hacia abajo el valor, dependiendo de la abundancia de la cosecha del cereal en Estados Unidos.

En este panorama queda claro que los únicos que se benefician con los precios bajos del maíz son los intermediarios que compran las cosechas e importan el grano barato que después venden caro a los molineros para producir tortilla y a los empresarios, se debe recordar que este cereal tiene al menos tres mil aplicaciones industriales. Es conocido por los maiceros que la empresa más importante que intermedia la comercialización del maíz en México es la estadounidense Cargill que le vende el grano a los productores de tortilla en más de 5 pesos el kilo.

Por cierto, esta trasnacional, según información de la propia empresa fechada el 29 de marzo del presente año, reportó los resultados financieros del tercer trimestre del año fiscal 2017, y el periodo de nueve meses que concluyó el 28 de febrero de 2017, en los que destacan “ganancias operativas ajustadas por 715 millones de dólares en el tercer trimestre, 50% más que los 476 millones de dólares registrados en el mismo periodo del año anterior. Las ganancias totales en el periodo de nueve meses alcanzaron 2.58 mil millones de dólares, un incremento de 55% sobre los 1.66 mil millones de dólares del año pasado”.

Y en este tema, claro que la dependencia encargada de la producción de alimentos, para abastecer al país, tiene su explicación que esclarece las dudas y recovecos en el cultivo del grano más importante para la alimentación humana, no sólo de México, sino del mundo, porque sin maíz sencillamente no se podrían subsanar las necesidades de proteína de origen animal que requiere la nutrición de los seres humanos.

Es una danza fantástica de cifras, estadísticas y números primos, que se relatan en el comunicado número 035 de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), fechado en la Ciudad de México, y en que prevé una producción de 23.3 millones de toneladas de maíz blanco para 2017, lo que -se dice en el texto- representaría un aumento estimado de 4.7% (alrededor de un millón de toneladas) y se fortalecerá la autosuficiencia en la producción de este grano básico para la alimentación de los mexicanos.

Y aquí viene lo mejor, lo más contundente de la visión oficial sobre la problemática maicera: “conforme a la balanza disponibilidad-consumo prevista, se estima una oferta total de 25.6 millones de toneladas de maíz blanco, de las cuales, 23.3 corresponden a la producción, 1.5 millones de toneladas de inventario inicial y el resto por compras al exterior.

“En tanto, se considera una demanda total de 23.3 millones de toneladas, la cual está prácticamente cubierta por la producción nacional, misma que se encuentra integrada por un consumo humano de 12.5 millones de toneladas; autoconsumo, 4.4 millones de toneladas, y consumo pecuario por 4.4 millones de toneladas.

“Además, como parte de la demanda, se estiman exportaciones por 682 mil toneladas; semilla para siembra, 177 mil toneladas; con un inventario final de 2.3 millones de toneladas”. Es decir, México va en caballo de hacienda en lo referente a producción de maíz, y visto así, con esos números, no hay déficit y por lo mismo tampoco importaciones del cereal.

El caso es que cada año, en promedio se importan 14 millones de toneladas de maíz amarillo para satisfacer la demanda nacional, y aunque los funcionarios de la Sagarpa subrayan y reiteran que los humanos consumimos el maíz blanco del que hablan y que se produce en abundancia hasta para exportar, la realidad es que en el mercado más grande del país, la Ciudad de México, las tortillas blancas ni se conocen; la demanda de este alimento se cubre con grano amarillo, que se supone es para engordar ganado.

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