Autos, moda, rock and roll… y responsabilidad ambiental

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Planeteando

Por Francisco Vázquez Salazar ⁄ FOTO: SOStenible

El título de esta colaboración recuerda una canción de híper pop ochentero, interpretada por el grupo Fandango, desde la que se enaltecen valores juveniles relacionados con la diversión y las emociones en lo que entonces era “nuestra civilización”. El auto, como se puede leer y escuchar, estaba en el centro del divertimiento, merced a lo que transmite la música y la producción de espectáculos de esa época.

Esto no cambia mucho hoy día, aunque es radical la situación de tenencia de autos en la Ciudad de México, que ronda cinco millones de unidades (incluida la Zona Metropolitana), con el subsecuente entorpecimiento del tráfico y la liberación al ambiente de gases tóxicos y partículas que se encuentran en el polvo que se levanta.

Es fácil asociar a los jóvenes con los autos y con la diversión que una carrera “loca y desenfrenada” les puede acarrear; parece un lugar común imaginarlo y constatarlo en ciertos estratos en los que es habitual que los padres “premien” a sus hijos por sus estudios, u otros logros –como la mayoría de edad–, con regalos costosos, tal es el caso de los automotores.

Hace unos años, la revista Letras Libres, con Enrique Krauze al frente, publicó un número especial dedicado a dar ideas a los gobiernos de izquierda para desarrollar buenas administraciones. Se trazaban en ese compilado acercamiento a políticas públicas caracterizadas por el coctel de disposiciones que se supone es capaz de ofrecer una gestión progresista.

Entre las propuestas, destacaban incentivos a los ciudadanos, que pudieran convertirse posteriormente en ahorros, desde el momento de nacer, sólo por el hecho de hacerlo, en un acto de extrema pro igualdad.

En un marco así, sumando a los vehículos, los jóvenes, la ciudad y la tarea común que reclama el cuidado del medio ambiente, vale la pena detenerse a imaginar una posible política pública que recoja estos elementos y los lleve a beneficios colectivos de alto impacto. Total, se dice que el Gobierno de la Ciudad de México es de izquierda.

Luego de ver la denuncia de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) acerca de que en México se requerirá lo que queda de este siglo para lograr la cobertura total en el nivel bachillerato, y que por lo mismo salta el dato de los adolescentes y jóvenes ninis que, ante lo expuesto, están condenados al ostracismo, el desempleo o la delincuencia, vale pensar en una política que permita vincular a este sector con el cuidado medioambiental. Parte de la idea es que esto los ocupe a cambio de un estímulo, tipo el apoyo que se da a las personas de la tercera edad (no obsta si el joven estudia).

La fórmula sería la siguiente: cobrar cinco pesos de más a los autos que verifican para que, a razón de cinco millones de autos, se tengan cada ciclo (medio año) 25 millones de pesos disponibles para “contratar” un ejército de hasta tres mil jóvenes cada mes a fin de que, por 600 pesos de “estímulo”, realicen una vez a la semana tareas de limpieza de parques y jardines (disculpen la insistencia), y ayuden a mejorar la imagen urbana con el pintado de fachadas, mobiliario, puentes, etc.

El fondo puede ser administrado por la Comisión Ambiental Metropolitana, responsable también de emitir las reglas de operación respectivas. La selección de los jóvenes debiera ser rotatoria, dando prioridad a quienes viven en zonas de mayor marginación o pobreza urbana.

Por este apoyo a tres mil jóvenes al mes se calcula un desembolso de 1.8 millones de pesos, provenientes de los propios poseedores de vehículos, lo que asegura la vigencia del programa a lo largo de todo el año, con la posibilidad de generar ahorros para emprender incluso obras ambientales de mayor calado.

Que sirva la simiente de una idea de este tipo para llamar la atención hacia la cultura ambiental que debemos cultivar entre los jóvenes, partiendo de clichés que les son cercanos (como la diversión que le pueden causar los autos), pero revolviendo las fórmulas de tal modo que una imagen o concepto que tiene campo lógico –por nuestra forma histórica de comportarnos— se extrapole a realizaciones arriesgadas, propias de administraciones progresistas, y que esto sirva a muchos, de distintos modos.

Por lo pronto, el beneficio más importante, por su trascendencia colectiva, sería para todos quienes vivimos en una ciudad tan grande como la nuestra. Los resultados serían palpables, y de alto valor para muchachos que podrán ver lo positivo de su aportación por partida doble: un ingreso que les vendría bien, y la posibilidad de mejorar el medio ambiente del lugar donde viven.

A ver.


 

fvs10@hotmail.com

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