Por Juan Danell Sánchez ⁄ FOTO: SOSTENIBLE
Si seguimos el rigor de las estadísticas, aritmética y matemáticas de los organismos financieros internacionales en materia de remesas; este tema resulta ser un negocio desmesurado, totalmente contario a los postulados de Naciones Unidas de avanzar en el Desarrollo Sostenible, que persigue acabar con los grandes problemas mundiales, en los que el punto de partida es la pobreza y la desigualdad humana.
Si bien es cierto que por naturaleza el ser humano tiende a migrar por cuestiones territoriales que desde el principio de las civilizaciones lo llevaron a trasladarse con cierto grado de organización de un lugar a otro, en busca de alimento; también lo es que en los tiempos actuales, donde la economía de mercado es el derrotero de las sociedades, esos principios no han cambiado: en esencia los flujos migratorios se determinan por la desigualdad social, económica y política y las limitadas condiciones de vida de los grupos sociales, que los llevan a buscar mejores oportunidades de sobrevivencia en otras regiones.
En este movimiento permanente de los sectores sociales más marginados, se ha desarrollado con mayor frecuencia y fuerza en los últimos 50 años una tendencia que trasciende las economías locales y nacionales, en las que el producto del trabajo de los migrantes se convierte de salario en divisas, mejor conocidas como remesas por ser dinero que transita de los centros de trabajo en el extranjero a las zonas de origen de los trabajadores.
Para los municipios, estados y países, generadores de migrantes, las remesas ocupan cada vez más un lugar preponderante en el desarrollo de la economía, porque es dinero fresco que activa el mercado doméstico sin que represente costo alguno para los gobiernos y sí reditúa utilidades para las arcas públicas por el cobro de impuestos y la cadena de valor que representan en las actividades de consumo.
Pero enviar dinero de un lugar a otro, aún con los avances tecnológicos de los que ahora gozan las sociedades modernas, significa un costo que paga el emisor y cobran las empresas financieras que se han especializado en este rubro y que hoy reciben alrededor de 50,000 millones de dólares al año por los envíos de las remesas; de ese tamaño es el negocio.
Migración internacional
En 2005, a nivel mundial, el número de migrantes internacionales fue de 191 millones de personas, de los que alrededor de una tercera parte se trasladó de un país en desarrollo a otro, mientras que otro tercio pasó de un país en desarrollo a uno desarrollado. Lo que indica que los migrantes “Sur a Sur” son casi tan numerosos como los “Sur a Norte”.
En ese mismo año, Europa recibió 34% del total de migrantes; Estados Unidos 23%, y Asia, 28%. Sólo 9% vivía en África; 3% en América Latina y el Caribe, y otro 3% en Oceanía.
Por lo que se refiere a los ingresos que perciben los migrantes, alrededor de seis de cada diez en el ámbito internacional (112 millones de personas) residen en países con ingresos altos, pero entre estos últimos se encuentran 22 países en desarrollo, tales como Arabia Saudita, Bahrein, Brunei Darussalam, los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Qatar, la República de Corea y Singapur.
Vale decir que las mujeres migrantes representan prácticamente la mitad del total mundial de migrantes y son más numerosas que los varones migrantes en los países desarrollados.
Remesas
De acuerdo a la información del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales, División de Población, a nivel mundial, las remesas enviadas por los migrantes aumentaron de 102 mil millones de dólares en 1995 a aproximadamente 232 mil millones de dólares en 2005.
El porcentaje de remesas mundiales enviadas a países en desarrollo también ha aumentado, de un 57% en 1995, 58,000 millones de dólares, a un 72% en 2005, 167mil millones de dólares.
Las remesas representaron gran parte del producto interno bruto (PIB) en sólo dos de los principales receptores, Filipinas y Serbia y Montenegro. La mayoría de los 20 países donde las remesas representaron al menos 10% del PIB son pequeñas economías en desarrollo.
Pero este fenómeno se ha agudizado con el paso del tiempo y para 2014, de acuerdo a un artículo de Gloría M. Grandolini’s, la migración fue de más de 230 millones de personas en el mundo. “Ya sean madres o padres, hijas o hijos, esposas o maridos, dejaron su hogar para buscar trabajo en otros lugares, por lo general en el extranjero, para ayudar a la familia que quedó en casa”.
El caso es que las remesas benefician, aunque de forma muy limitada a más de 450 millones de personas que son las que reciben los envíos de dinero y de manera jugosa a los intermediarios, que cobran en promedio 7.5 dólares por cada cien que mueven.
De igual forma el monto de las remesas internacionales ha ido aumentando cada año, y para 2014 alcanzaron cerca de 582 mil millones de dólares.
Grandolini’s cita que “los métodos usados para enviar dinero pueden ir desde sofisticados servicios de pago electrónico a negociaciones no reguladas con conductores de autobuses y amigos. Cada uno de estos canales tiene un costo, que puede ser alto si se tiene en cuenta lo pequeñas que son las sumas de los pagos tramitados. La cantidad de dinero que los migrantes envían es generalmente de unos pocos cientos de dólares por transferencia”.
Para algunos países y localidades ese movimiento de dinero se ha convertido en el pilar de desarrollo y la columna vertebral de la actividad económica, situación por demás peligrosa para la soberanía y autodeterminación de los pueblos.